Un artículo sobre identidad, validación externa y el vacío que muchas mujeres profesionales sienten.
De repente un día…pasa.
Firmas la carta de renuncia o de despido. Y ya no eres la Sr. Manager de esa empresa, ni la directiva de la otra. Eres simplemente Marta (o María, o Elena).
Puede que la decisión la tomaras tú porque tus prioridades cambiaron. O puede que te vieras obligada. Puede incluso que otros la tomaran por ti.
Haces números, revisas cuentas y compruebas que —materialmente— podía haber sido peor. Pero cuando la parte práctica queda ordenada… aparece un gran agujero negro:
👉 ¿Quién soy yo sin mi título?
👉 ¿Quién soy yo sin mi trabajo?
Cuando tu identidad depende de lo que logras
Has trabajado duro, has llegado lejos… pero, ¿quién eres fuera de tu tarjeta de visita o de tu perfil de LinkedIn?
Te pregunto:
👉 ¿Conoces bien tus áreas de fortaleza y mejora en el entorno profesional? Probablemente sí…
👉 ¿Las conoces igual de bien en tu faceta de madre, de hija, de amiga…?
Una verdad incómoda
La mayoría de mujeres profesionales con éxito comparten algo en común:
Se conocen mucho más en el plano profesional que en el personal.
Invierten más recursos en su desarrollo de carrera que en su desarrollo interno: más tiempo, más dinero, más ilusiones.
Y cuando esa pata de su vida se tambalea —aunque sea de forma temporal—, la pregunta inevitable es:
👉 ¿Qué sostiene tu identidad entonces?
¿Por qué nos definimos por roles externos?
Desde muy pequeñas nos condicionan a caer en roles que no hemos elegido de forma consciente: “la hermana mayor responsable”, “la lista de la clase”, “la niña bonita y buena”…
Aprendemos a recibir premios y halagos cuando esa parte de nuestra personalidad florece. Y, de forma inconsciente, empezamos a suprimir otros aspectos de nosotras mismas, más alejados de los cánones socioculturales en los que hayamos crecido.
Con el tiempo, esos patrones de comportamiento acaban enquistándose y se convierten en nuestro modus operandi: inconsciente, poderoso y difícil de cuestionar. Vivimos en piloto automático.
En la vida adulta, aquellos roles cambian de nombre pero no de esencia: la hermana mayor responsable se convierte en la directora entregada; la lista de la clase en la mánager dispuesta; la niña buena en la empleada brillante.
Así, vamos construyendo una identidad prestada que se resume en frases como:
👉 “Soy lo que logro.”
👉 “Soy lo que los demás esperan de mí.”
Y, a pesar de los “éxitos” externos —personales y profesionales— nunca estás satisfecha.
Cada reconocimiento cae en el agujero negro de una identidad propia ignorada y arrinconada durante años.
Ejemplo real: cuando el éxito no es suficiente
Recientemente escuchaba la historia de una mujer con un cargo senior en una multinacional. Había sido siempre la high achiever: buenas notas, carrera brillante, ascensos rápidos.
Hasta que fue madre. Entonces sintió que necesitaba estar más presente en la vida de su hija y pidió una reducción de jornada. La empresa no lo aceptó.
De la noche a la mañana dejó atrás su título y su cargo… y con ellos, la identidad que había sostenido durante años. De pronto se dio cuenta de que no sabía quién era más allá de ese rol.
Ejemplo real: cuando la empresa cambia y tú quedas fuera
Otro caso muy común es el de las reestructuraciones tras adquisiciones. Imagínate: trabajas 15 años en la misma compañía, conoces cada proceso, cada persona, cada cliente. Has puesto tu energía, tu tiempo y tu lealtad al servicio de ese lugar. Incluso has sacrificado parte de tu vida personal porque sentías que “la empresa era también tu casa”.
Un día llega una multinacional, compra la compañía y, en cuestión de meses, todo cambia. Nuevos equipos, nuevas políticas, nuevos jefes. Y de repente tu puesto ya no existe.
Lo que más duele no es solo la pérdida del empleo. Es la sensación de traición. Haberlo dado todo, haber estado siempre disponible, haber creído que tu compromiso era recíproco… y descubrir que, para ellos, eras solo un número en un organigrama.
De golpe, te ves fuera de una estructura en la que habías construido tu identidad durante años. Y el impacto no es solo profesional: es profundo y emocional, porque sin ese rol sientes que te han arrancado también una parte de ti misma.
Y ahora te pregunto a ti
👉 ¿Te ha pasado algo parecido?
👉 ¿Cómo crees que reaccionarías si un día tu rol desapareciera de repente?
Ejercicio práctico: vuelve a lo esencial
Te propongo un momento de pausa. Escribe, sin filtro ni juicio, las respuestas a estas preguntas:
👉 ¿Quién soy más allá de mis logros?
👉 ¿Qué parte de mí sigue siendo válida aunque no tenga un cargo?
👉 ¿Qué me valida a mí misma sin necesidad de reconocimiento externo?
No se trata de tener respuestas perfectas, sino de abrir un espacio para escucharte. Este ejercicio es un primer paso para reconectar con tu identidad auténtica.
Cómo lo trabajo en mis procesos
En mis sesiones de coaching integral lo abordamos de forma profunda:
- Sistémico: exploramos cómo los roles familiares de la infancia (niña buena, lista, responsable) siguen condicionando tu presente.
- Psicológico y emocional: trabajamos la autoexigencia y el patrón de validación externa que genera insatisfacción.
- Estratégico y de liderazgo: vemos cómo este patrón impacta en tu carrera y en tus decisiones profesionales.
- Energético: integramos técnicas para reconectar con tu esencia y recuperar energía vital.
El objetivo no es dejar de ser exitosa, sino que tu éxito se sostenga en una base auténtica y equilibrada.
Recuperar tu identidad más allá de los roles
El verdadero éxito no está en lo que logras, sino en quién eres cuando todos esos títulos desaparecen.
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